La Ribera del Duero burgalesa, tierra de viñedos y bodegas, ofrece un sinfín de posibilidades diferentes para el viajero más inquieto.

Gumiel de Izán está ubicado muy cerca de algunos de los pueblos con más encanto de la provincia. Recorrer las calles de Peñaranda de Duero, Caleruega, Lerma, Covarrubias o Santo Domingo de Silos puede ser un buen plan para conocer los encantos de un auténtico pueblo castellano.

Si tu pasión es la antigua Roma, deberías saber que las ruinas mejor conservadas del norte de España se encuentran a menos de 30 minutos de Gumiel de Izán.

En la ciudad romana de Clunia podrás visitar los restos arqueológicos de un antiguo teatro romano y las edificaciones civiles que conformaban la antigua ciudad.

Si tu paso por Clunia te ha dejado con ganas de ver más ruinas romanas puedes hacer una parada en la Villa Romana de Santa Cruz en el pueblo de Baños de Valdearados para contemplar los mosaicos y la estructura de una mansión del siglo IV.

Ir de museos puede ser otra buena opción aunque, estos que aquí te enseñamos no son como tú te imaginas.

En Tubilla del Lago se ha creado un verdadero museo al aire libre en el que sus murales han transformado la fisionomía del municipio convirtiéndolo así en un referente del Street Art. Además, en esta misma localidad puedes sentir el vértigo de la velocidad poniéndote al volante de uno de los karts del Circuito de Velocidad de Kotarr.

¿Sabias que la escultura más grande del mundo se encuentra en el pueblo de Quintanilla del Agua?

Territorio Artlanza es un museo etnográfico singular que no puedes dejar de visitar porque te va a sorprender.

El Museo de los Aromas ubicado en Santa Cruz de la Salceda es el primer y único museo destinado al sentido del olfato de toda Europa y en él, podrás descubrir hasta un total de 92 aromas con los que disfrutar, recordar y aprender.

No podemos pasar por alto los tesoros naturales que esta zona de la provincia nos ofrece y si eres un apasionado del cine, no puedes dejar de visitar el Cementerio de Sad Hill, lugar donde Clint Eastwood rodó la escena final de El bueno, el feo y el malo; el desfiladero de La Yecla en Santo Domingo de Silos o las bodegas y lagares subterráneos del Cotarro de Moradillo, Aranda de Duero o Gumiel de Izán.